Resumen

Históricamente, la representación cartográfica del extremo austral del continente americano entró en contradicción con la orientación global del planeta, que fue alineada de acuerdo a la mirada con que las potencias colonialistas observaron las relaciones entre las distintas naciones del orbe. De manera que, al tiempo que se conformó la modernidad, las referencias septentrionales se impusieron en las geoculturas de las más diversas regiones del mundo como mirada hegemónica. Sin embargo, la emergencia de Malvinas y la Antártida en el plano resultó disruptiva desde el mismo momento en que los europeos reconocieron Suramérica y el estrecho interoceánico al mando de Hernando de Magallanes. Así, la cartografía conformó un territorio de disputa y de permanentes ajustes a la construcción imaginario universal, permitiendo legitimar las asimétricas relaciones internacionales; de forma que el desarrollo de un pensamiento geopolítico basado en la denominada “tercera posición” y la recuperación de las propias referencias meridionales, que propició el gobierno de Juan Domingo Perón colisionó con los intereses coloniales británicos en el Atlántico Sur. Ello sucedió cuando Argentina en el año 1946 incorporó a su mapa nacional el sector Antártico, junto a Malvinas y los vastos territorios insulares del Atlántico Sur, promovió el desarrollo de una conciencia antártica en la población, reorientando las miradas hacia el sur.